Nos echamos la mañana comprando regalos y a mediodía pillamos el JR para FUKUI.
El tren va al lado de un gran lago y cuando se termina el lago se cruzan varios túneles y al otro lado está Siberia.
La temperatura baja quince grados y hay nieve, metros de nieve.
Se ve que esta región pegada al mar del Japón recibe todos los frentes fríos de Siberia sin edulcorar y hace una rasca de cuidado.
Fukui no tiene gran cosa (si exceptuamos media docena de centrales nucleares y el Centro Japones de Investigación de lo mismo), venimos aquí porque vamos a hacer un retiro de meditación en Eiheiji que es el gran templo fundado por Dogen y unos de los dos templos principales del soto Zen.
Y así como en Tokyo y Kyoto los letreros te venían en caracteres "cristianos" aquí no hay nada así y empieza el curso acelerado de ir enterándose e identificando los palotes estos para ver si la próxima estación es o no es.
Lo mismo con el inglés. En Tokyo, mal que bien, te encontrabas gente que hablaba inglés. En Kyoto muchos menos. Aquí... no recuerdo a nadie.
Ya en Fukui, nos tomamos un café en la estación (Café Colorado) y algo empieza a manifestarse. Bandeja de plata, cucharillas doradas, un café de cine (¡en una estación de tren!) y vamos reparando en el nivel que tiene la ciudad. ¿Será la energía nuclear? ¿Serán los encurtidos de rábanos?
Quedamos en el Hotel Fukui Economo Ekimae. Pegado a la estación, tirado de precio (70€ 2 personas con desayuno), habitaciones pequeñas, pero ya estamos acostumbrados.
Hacemos la colada en lavadoras de monedas (mi primera experiencia, sniff) que funcionan que te pasas.
Y poco más, paseo por la ciudad, compro en una tienda todo a 100 (yenes) un aquarius, unas tijeras, tres rollos de cinta aislante eléctrica y un enchufe (es que he perdido el único adaptador de clavija que llevaba y hay que operar), todo por 4€.
Me voy al super que hay en la estación y gestiono una cena.
Y ya está.
La oficina de turismo en la propia estación y amabilísimos.
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